Es necesario volver a la nueva normalidad desde la concientización, para generar hábitos alimentarios saludables no solo en la infancia, sino en quienes deben guiar este proceso, es decir los padres, adultos, familias y Estado.
 
Por Sergio Farinelli
 
Comenzar por explicar que gran parte de los infantes sufrirán las peores consecuencias de la pandemia quizás durante varios años, parece algo impactante. Además, si a esto le sumamos lo devastador que ha sido el impacto de la mala alimentación, acompañada de sedentarismo y exceso de pantallas, los resultados a priori son más que preocupantes.
 
Para contextualizar un poco más lo que ocurrió durante la pandemia de COVID-19, podemos decir que aumentó el consumo de bebidas azucaradas en un 35%, los snacks y los dulces un 32%, y la comida rápida un 29%, y que además, se produjo una disminución del consumo de frutas y verduras del 33% y que también bajó el consumo de agua al 12%, todos estos números desbordan cualquier análisis que pretenda hablar de hábitos saludables. Pero la realidad post pandemia es la antes descripta.
 
Son datos alarmantes, sin duda. El sobrepeso y la obesidad son desde la infancia, factores de riesgo de hipertensión arterial, de problemas cardiovasculares, colesterol y diabetes tipo 2, entre otras tantas complicaciones. Sabido es, que la obesidad en la infancia aumenta el riesgo de padecerla también en la adultez, y de ese modo también las probabilidades de padecer además de las enfermedades ya citadas, diferentes tipos de cáncer, como si cada ítem de estos mencionados, fuera menor al momento de validar sus riesgos para la salud.
 
Ahora bien, ante este escenario dentro del cual la infancia está inmersa, es necesario accionar ya, de ahí la importancia de comenzar a generar hábitos alimentarios saludables, y para ello “es necesario que en casa las frutas y verduras tengan más protagonismo que las hamburguesas, entre otros tantos alimentos”. Esto, que si bien parece una metáfora, no es más que la realidad, a la cual, la mesa de los hogares argentinos acostumbraba a esperar a los integrantes dé cada familia, es decir, padres e hijos antes de la pandemia. Como corolario podemos decir que esto no cambió, sino que se acentuó aún más!
 
¿De qué manera la “Pandemia COVID-19” ha contribuido con el sobrepeso y la obesidad?
 
Esencialmente, contribuye ya que tuvimos que quedarnos confinados en casa durante días, que después fueron semanas, y terminaron siendo meses.
 
Todo esto, dio como resultado una falta total de actividad física, ó sea primo el sedentarismo, sumado a una dieta nula desde lo saludable, donde el «picoteo» prevaleció, y se sumó el estrés que la misma pandemia generó.
 
Este cúmulo de efectos negativos, hizo que muchas personas subieran de peso, y en el caso de los infantes, subieran mucho más de peso, producto del encierro, de las pantallas y también de la comida chatarra, embebidas en enormes cantidades de bebidas azucaradas.
 
Como podemos observar la alimentación de los infantes en la “normalidad” que precedió a la Pandemia nunca fue lo suficientemente buena, sino que además empeoró durante el lapso de tiempo en que esta se mostró más agresiva, y aglutinada dentro de un confinamiento extremo. El resultado de todo ello, nos indica que hoy tenemos índices alarmantes en lo que a obesidad infantil refiere.
 
¿Qué podemos hacer para combatir el sobrepeso y la obesidad en la infancia?
 
Lo principal para erradicar el sobrepeso y la obesidad en la infancia, es considerar que dentro de lo que todos creemos es la “nueva normalidad”, la cual está contextualizada entre otras cosas por un aumento de los índices de obesidad infantil, es entonces clave y prioritario que a partir de este escenario se tornen medidas y acciones que deriven en un impacto directo en la corrección de los índices de obesidad infantil.
 
Algunas de estas acciones las podemos resumir a continuación, las cuales nos pueden permitir volver a la nueva normalidad desde la concientización, acerca de poder generar hábitos alimentarios saludables no solo en la infancia, sino en quienes deben guiar este proceso, es decir los padres, adultos, familias y Estado.
 
DESDE CASA:
 
  1. Promover una dieta variada, y saludable presentando esta en las cantidades adecuadas para la edad de cada infante.

  2. No picar entre horas. Picar entre horas suele engordar porque en general consumimos hidratos de carbono, grasas y dulces.

  3. Beber agua. Se debe evitar, en lo posible, la ingesta de bebidas azucaradas, incluidos los zumos (aunque sean naturales, es mejor que coman la fruta fresca) y las bebidas energéticas se deben evitar por completo.

  4. No a las comidas chatarras y en general a todos los alimentos precocinados y ultraprocesados. Nada de esto es ideal para la mesa de los infantes, al igual que para la ingesta familiar.

  5. Actividad física. Este punto es clave, sobre todo en esta época de pos pandemia. En general, la recomendación es que realicen actividad física durante una hora por día, y al menos 3 veces por semana.
Lo anterior también requiere de un FUERTE COMPROMISO GUBERNAMENTAL. Para ello es necesario que el Estado actué para:
 
  • Reducir los precios de los productos saludables y hacerlos más accesibles a la mesa.

  •  Acercar las frutas y verduras al consumidor con valores a los que se pueda acceder.

  •  Fomentar la compra familiar en el mercado y ferias de productos frescos.

  •  Ayudar y proteger a los grupos más vulnerables que también son sectores donde la obesidad infantil sigue creciendo. La pobreza es afín a la obesidad infantil.
Fuente: www.ambito.com/
Categorías: Interés

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